martes, 10 de marzo de 2015

desde el balcón, ¡hola amor! (mañanas contigo).

Lucy siempre escribe con amor.

Amanece, la luz entra sutilmente entre las cortinas, me levanto para abrir la ventana y salgo fuera, me dices 'buenos días' desde la calle y yo asomada al balcón te respondo '¡hola, amor!'. Subes corriendo las escaleras y te tropiezas, yo como siempre me río porque sé que por las mañanas la felicidad te invade (y a veces eres torpe, pero te quiero). Sonríes y me besas en la mejilla. Te devuelvo la sonrisa y te doy la mano. Vamos a la cocina y mientras tú preparas nuestro desayuno preferido yo riego las plantas del alféizar de la ventana. El olor siempre es maravilloso, como tu virtud para cocinar y hacer que el día siempre sea mejor de lo que puedo imaginar. Nos sentamos a comer en el sofá y a veces jugamos con la nata y terminamos con las manos pringosas. Si esto ocurre tú siempre traes esas toallitas con olor a aloe vera para poder limpiarnos. Son las ocho y media y tenemos que irnos. Con tranquilidad recoges los cubiertos y platos del desayuno y a la misma vez yo preparo las mochilas con los uniformes y los libros para ir a trabajar. Cuando todo está listo, coges tu bici y yo la mía y salimos de casa. Hoy toca ir por el camino donde los niños están apunto de entrar en el colegio, (siempre nos gusta ver sus sonrisas), a veces incluso señalo a los más graciosos y tú te ríes sin parar. Cuando ya llegamos al hospital, dejas la bici más cerca de la entrada mientras que yo tengo que dar una pequeña vuelta para entrar por la puerta de atrás. Antes de separarnos te digo con entusiasmo '¡Hasta luego cielo!' y tú me guiñas un ojo como respuesta. Entonces es ahí cuando se termina nuestra mañana.




un paseo por París.

Aún recuerdo la gran sombra de mi imperfecto cuerpo reflejada en las aceras de París, a esa gran torre de nombre 'Eiffel' rodeada de personas cuyo objetivo es sacarse la mejor foto para tener un recuerdo sólido, y que les lleve de vuelta cuando se hayan ido. Las risas de la gente y los chillidos de los niños, la felicidad y el amor entre las miles de parejas que viajan cada día allí para disfrutar de tal maravilla. Y quizás sólo sea una ciudad, pero no es una ciudad cualquiera, es La Ciudad, es París.